En una expedición junto a Leopoldo Lugones, en 1903, Horacio Quiroga conoció la selva misionera. Años después, encantando por el verde selvático, decidió comprar una casa en la provincia y echar raíces.
Cuentos de la Selva; Cuentos de amor, de locura y de muerte y; A la deriva, son algunos de los libros más conocidos del escritor, Horacio Quiroga. Si bien nació en Uruguay, el autor es recordado como uno de los grandes narradores que supo reflejar la esencia de la selva misionera. Con una vida marcada por la tragedia, el escritor dejó una herencia cultural propia de la tierra colorada, lugar que inspiró gran parte de sus obras.
Desde pequeño se mostró interesado en el mundo de las letras. En 1898, con tan solo 10 años, inspirado en su primera novia, escribió Una estación de amor. En tanto, en sus primeros cuentos, reflejó su interés por la literatura estadounidense. Con una influencia marcada por el estilo de Edgar Alla Poe, Quiroga comenzó a involucrar la tragedia en sus cuentos.
Las letras significaron un refugio en la vida del autor. Pero Quiroga tenía otra gran pasión: la fotografía. Su interés por el arte de la captura llevó al escritor a visitar Misiones, lugar que eligió como su hogar. En una expedición junto a Leopoldo Lugones, en 1903, el uruguayo conoció la selva misionera. Años después, encantado por el verde selvático, decidió comprar una casa en la provincia y echar raíces.

Río Paraná, paisaje de inspiración
El paisaje lo fascinó de gran manera que influyó en gran parte de sus obras. Desde la ventana de su casa, hoy convertida en museo, el autor apreciaba el río Paraná, uno de los escenarios de sus obras. Su libro más popular, Cuentos de la Selva, publicado en 1918, es una colección de relatos protagonizados por animales propios de la fauna misionera. Quiroga narró la obra para sus hijos Eglé y Darío luego de que su esposa se suicidara.
“No hago más que integrarme en la naturaleza, con sus leyes y armonías oscurísimas, aun para nosotros, pero existentes“, expresaba Quiroga en una carta destinada a Martínez Estrada. Por su conexión con la naturaleza, muchos los consideran un pionero del pensamiento ambientalista en América Latina.

Deseo final y recuerdo eterno
En 1935, Quiroga fue diagnosticado de hipertrofia de próstata. Su problema de salud se agravó y debió viajar a Buenos Aires para que lo atendieran de urgencia. En ese momento le informaron que tenía cáncer de próstata. Al no poder sostener su situación de salud, un 19 de febrero de 1937, Quiroga decide acabar con su vida bebiendo cicuta. Uno de sus últimos deseos fue que lo cremaran y arrojaran sus cenizas en la selva misionera.

Hoy, su casa es un Museo. El lugar, ubicado en San Ignacio, a pocos metros del Teyú Cuaré, informa sobre su vida y obra. Además, conservan muebles, fotografías, herramientas y objetos personales del autor y sus hijos.