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Written by 2:13 pm Notas de opinión, Sociedad

La mixtura de lo que somos

Por Vanina Naumtchuk

Cuando estudiamos la naturaleza entendemos que las raíces de las plantas son una parte imprescindible. Además de otorgar soporte y anclaje al suelo, cumplen la función de absorber líquido vital y dotar de nutrientes a ese ser vivo. Lo mismo pasa con nosotros.

Debajo de esa imagen que todos ven, se encuentra lo que somos. Eso que nos nutre, nos alimenta, nos forma, nos llena de vida y nos da soporte. Por debajo de nuestra piel circula nuestra esencia, que se enraiza en años de historia, de costumbres y tradiciones. De soñadores que llegaron de todas partes en busca de un futuro próspero en nuestra tierra.

En esa mixtura, característica de nuestra región, quiero contarles que mi bisabuelo materno descendía de portugueses y mi bisabuela, de italianos y alemanes. En un principio se instalaron en Brasil. Por parte de padre, tengo orígenes rusos, ucranianos y polacos.

Durante las celebraciones de Navidad y Pascuas solíamos ir en familia a Pindaity. A la casa de la “baba” y el abuelo Juan. En esa zona rural también asistíamos a la iglesia San Miguel, del rito catolico ucraniano, donde el cura celebraba la misa de espalda a los fieles y de frente al altar. La liturgia, los rezos y los cánticos eran en ucraniano.

En mi casa se escuchaba kolomeika y se comía feijoada. Si de comida hablamos, tengo que mencionar a mi abuela Rosa, que entre varenikis y holupchi me enseño a sentirme -y quererme- ucraniana. Aunque confieso que nunca me gustó el borsch. De mi abuelo Juan, me nutre el valor del silencio y la palabra justa, la paciencia y la lealtad.

En la mesa nunca faltaba el lechón cocido en horno de barro, trigo dulce y pancuca. Los desayunos pascuales, previamente bendecidos, te permitían deleitar lo que querías, aunque la paska siempre era lo mejor.

En Pueblo Illia la historia era otra. Con la Oma y el abuelo Tico aprendí sobre el trabajo en la chacra, el cuidado de las plantas y animales, y a cultivar la tierra. Ahí las mañanas comenzaban muy temprano con el sonar de la radio y la casa perfumada con olor a leña y café. El desayuno casero era imponente: panes, masitas y mermeladas, manteca, crema, leche y dulce de leche.

De mi abuela me llevo el amor por la lectura y las infinitas aventuras de su biblioteca, la pintura y el bordado. También, el amor por las plantas, el respeto a los demás y el don de buen vecino. En la mesa de Pueblo Illia siempre había lugar para uno más. De mi abuelo me quedó el portugués, el valor del trabajo, la música y el acordeón. La boina y las alpargatas. Los refranes, los chistes y la alegría infinita de ser quienes somos.

Cada 4 de septiembre, se celebra en Argentina el Día del Inmigrante. Una jornada para conmemorar a nuestros ancestros y honrar ese blend de migrantes que nos atraviesa, nos identifica y nos forma.

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