Silvina Aguilera es una ciudadana estadounidense oriunda de Misiones. Acostumbrada a las alertas, que son comunes en la zona, asegura que nunca experimentó un fenómeno de tal magnitud como el del huracán Milton.
Este jueves por la mañana, Radio Provincia LT17 mantuvo una conexión a distancia con la misionera Silvina Aguilar, actual residente de la ciudad de Kissimmee, estado de Florida. Desde allí, narró los difíciles momentos de incertidumbre y angustia que vivió junto a su familia durante el paso del huracán Milton, que azotó la región durante la noche del 9 de octubre y dejó cerca de 10 fallecidos.
Desde diciembre de 2018, construyó su vida en Estados Unidos junto a su pareja y sus dos hijos. Acostumbrada a las alertas de huracanes, que son comunes en la zona, asegura que nunca había experimentado un fenómeno de tal magnitud como este.

“Este es nuestro cuarto huracán vivido, pero nunca nos había tocado de forma tan directa. Esta vez estábamos justo en el camino del ojo del huracán”, relató. Aunque habían pasado por otras tormentas, las condiciones de Milton hicieron que las horas fueran tensas y desafiantes para su familia.
El huracán tocó tierra el miércoles 9 de octubre y, aunque las primeras ráfagas de viento comenzaron a sentirse desde la tarde, la peor parte llegó cerca de la 1 de la madrugada del jueves, cuando el ojo del huracán pasó sobre la ciudad. “Anoche no pudimos dormir bien por el ruido ensordecedor del viento, era aterrador”, comentó .

Con vientos que alcanzaron los 240 km/h, la familia Aguilar siguió las recomendaciones de las autoridades y se refugiaron en la planta baja de su casa, donde es más seguro en caso de que el techo sufriera daños. “Nos dijeron que no durmiéramos en la parte alta de la casa por seguridad. Aquí las casas están hechas de durlock, solo la parte baja es de ladrillo”, explicó.
Además de las fuertes ráfagas, Milton generó uno de los mayores brotes de tornados en la zona. “Se reportaron más de 140 tornados en toda la región. Aunque estábamos bien resguardados, las noticias asustaban”, agregó.

Aguilar contó que las autoridades locales emitieron un toque de queda desde el martes 8 para prevenir accidentes. Las calles, compuestas en gran parte por arena, se inundaron rápidamente, lo que dificultaba el tránsito hasta el día siguiente. “El Gobierno pide que no salgamos porque las ramas o cualquier objeto suelto pueden causar daños”, mencionó.
El huracán también impactó en la rutina de la comunidad. “Las clases escolares se suspendieron desde el martes y no se retomarán hasta el viernes. Las escuelas se convierten en refugios, por eso las autoridades las cierran para preparar las instalaciones”, explicó. Las tiendas y oficinas gubernamentales también cerraron sus puertas por medidas de seguridad.

Afortunadamente, Aguilar y su familia no tuvieron que evacuar. Las principales zonas afectadas y obligadas a evacuar fueron las ciudades costeras del Golfo, como Tampa y Sarasota. “El gobierno tomó medidas estrictas para asegurar la evacuación. Esta vez no querían repetir la tragedia del huracán Helene, cuando más de 250 personas murieron por no evacuar a tiempo”, cerró.