La secuela de Gladiador ha tenido un buen inicio en taquilla y ha cosechado buenas críticas, a pesar de no estar a la altura de la original. ¿Vale la pena verla? En esta reseña te damos nuestro veredicto.
“Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad”, es una de las mejores frases de la historia del cine. Fue pronunciado por Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del Norte, general de las legiones medias, fiel servidor del verdadero emperador, Marco Aurelio, padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada y alcanzaré mi venganza, en esta vida o en la próxima. Sin dudas, con estas pocas líneas muchos sabrán que hablamos de “Gladiador”, el largometraje que hizo resurgir el género de sandalia y espada y ganadora del Oscar a “Mejor película” del 2000.
Durante años, mucha gente reclamaba una secuela y otros pedían con grandes muestras de raciocinio, al menos, que dejen descansar en paz a la original. Pero ya sabemos que si algo le encanta a Hollywood, a parte de hacercaer grandes estrellas y ver si se levantan, es hacer secuelas. Si es mala o buena, mientras genere dinero, no importa el arte. ¿Pero cómo replicar la magia épica de la primera? Su director Ridley Scott -el señor “Me importa un bledo lo que digan los historiadores”- se mantuvo cauto durante años, hasta que al fin se animó y logró hacer una continuación aceptable pero bajo la sombra y polvo de la primera.
Gladiador II y el sueño de Roma
El filme se centra en Lucio (Paul Mescal), ahora conocido como Jano, años después de presenciar la muerte de Máximo a manos de su tío, a donde se ve obligado a luchar en el Coliseo tras la brutal conquista de su hogar por los tiránicos emperadores que gobernaron Roma con mano de hierro. Lleno de ira y con el destino del imperio en juego, Lucio debe enfrentar su pasado para encontrar la fuerza y el honor necesarios para devolverle al pueblo el sueño de la Roma perdida.
Sin dudas, Scott mantiene una buena historia, entretenida y que aumenta in crescendo la emoción y el drama, con buenas actuaciones que busca honrar a su predecesora, que te atrapa por completo. Y las traiciones no faltaron, obviamente que toda película de época sin dosis de la honorable costumbre de traición a romana es un ítem de protocolo en este genero. Sin embargo, te deja la impresión de ser un telefilme con mucho presupuesto y una innecesaria continuación de un clásico. Es decir, Gladiador II busca ser el Padrino II pero se asemeja más a la pochoclera 300 sin la épica profunda de la película del 2000. Como diríamos a lo franchute “le faltó ese nosequá”
Un elenco sólido que mantiene la historia más allá de su apartado técnico
La elección del elenco fue notable. Paul Mescal da una actuación correcta pero tal vez hubiera sido mejor mantener el actor original que interpretó a Lucio, Spencer Treat Clark, ya que hubiera dado una mejor continuidad visual a la historia. Denzel Washington se roba la pantalla como el ambicioso Macrinus, un exesclavo devenido en un poderoso hombre de Roma. Connie Nielsen vuelve como Lucilla y sin dudas brilla que en la película del 2000 con un papel más activo.
¿Y qué decir del papá de Latinoamérica? Pedro Pascal con sandalia y todo como el honorable general Acacio es el personaje que quieres abrazar a pesar que en las primeras escenas se carga una civilización entera… obviamente por el honor de Roma que lo obliga, eso y las ordenes dos insoportables emperadores gemelos.
Los efectos visuales tal vez le hicieron perder un poco el rumbo y el guion atolondrado no ayuda. Pero sin dudas es una película pochoclera que vale la pena ver que no llega a ser una obra de arte de aquel éxito de inicios del milenio, y que corre el peligro de ser parte de una trilogía -Hoolywood nunca aprende, muchachos-. Tal vez, Gladiador II no resuene en la eternidad, pero la muerte del séptimo arte le sonrió y fue capaz de devolver esa sonrisa con una que otra mueca.