En una entrevista con “La Casa Está en Orden” de La Casa del Streaming, Ángel Maximiliano “Maxi” Rauber, operador socioterapéutico, compartió su historia de vida, marcada por el consumo problemático desde la infancia y su camino hacia la recuperación. “El consumo siempre empieza en casa. Por más que no sea algo directo, empieza con el vacío. Empieza cuando no hay un espacio para que el chico se desarrolle emocionalmente. En mi caso, crecí viendo a mi mamá consumir alcohol, cigarrillos y pastillas”, confesó. Así, contó que comenzó a consumir tabaco y alcohol a los 11 años y, poco después, pasó a drogas más peligrosas como solventes.
Así, Maxi relató que “falleció mi hermana y mi mamá tuvo un accidente que la dejó con parálisis facial, ceguera y un dolor permanente. Esto, sumado a la separación de mis padres y la crisis económica, hizo que la situación se volviera insostenible“. La situación en su hogar lo llevó a volverse incontrolable. “Mi mamá empezó a deteriorarse, y yo me volví incontrolable. En la secundaria, sufría bullying porque iba descuidado y sucio”, detalló.
Rauber:”Yo no quería estar en mi casa porque allí solo había problemas“
Durante su adolescencia, Maxi Rauber profundizó su consumo problemático. “Me juntaba con chicos en situaciones similares o peores. En la plaza, consumíamos solventes como el poxirán. Algunos volvían a sus casas, otros no tenían a dónde ir”, recordó. La falta de límites en su hogar lo llevó a buscar refugio en la calle. “Yo no quería estar en mi casa porque allí solo había problemas. En la calle me sentía identificado con quienes vivían algo parecido“, explicó.
“Llegué a estar en situación de calle, pesando 45 kilos y generándome problemas con la familia, la policía y los transas. Intenté suicidarme. Me tiré delante de un camión y el conductor logró esquivarme. Sentí que ni la muerte me quería”, relató.

Cuando se le preguntó sobre el momento en que decidió cambiar su vida, el entrevistado reflexionó que “nadie quiere ser un adicto, pero tampoco quiere dejar de consumir. Esa es la contradicción de las adicciones. En mi caso, el cambio comenzó cuando me di cuenta de que estaba destruyendo mi vida. Empezó un proceso de recuperación que no fue fácil ni rápido, pero que valía la pena”.
En ese aspecto, Maxi Rauber señaló que “el tratamiento no se puede hacer solo. Es necesario abordar las adicciones desde lo físico, lo psicológico, lo social y lo espiritual. En mi caso, cambié la sustancia por Dios. Me convertí al cristianismo y moldeé mis conductas en torno a los valores cristianos”, afirmó. “La espiritualidad se volvió una base fundamental para mantenerme en el camino de la recuperación”, agregó.
“Aunque no tengo deseo de consumo, sigo en recuperación”
Hoy, Rauber es operador socioterapéutico y dedica su vida a ayudar a otros que enfrentan problemas similares en la Fundación Reto a la Vida. A pesar de estar en recuperación, reconoció que el proceso sigue siendo continuo. “Aunque no tengo deseo de consumo, sigo en recuperación. Hay momentos de debilidad en los que podría volver al consumo”, advirtió. Sin embargo, aseguró que su fe y su compromiso con los demás lo mantienen firme.
“Las adicciones tienen mucho que ver con nuestras emociones. Generalmente, la familia cree que la solución inmediata es internar a la persona. Entiendo ese dolor, pero la internación solo sirve si la persona quiere estar ahí“, afirmó. En cuanto a su relación con sus padres, Rauber compartió que logró reconstruir vínculos a pesar de los desafíos del pasado. “Mi mamá está en un psiquiátrico, pero tenemos una buena relación. Soy quien está a cargo de ella. Mi papá, por su parte, siempre intentó ayudarme desde lo material, hasta que un día me cerró la puerta. Ese portazo fue clave en mi recuperación”, aseguró.