Los incendios que se iniciaron a fines de 2024 en el Parque Nacional Huapi – Lago Martin, a 60 km de Bariloche, aún no lograron apagarse y ya arrasaron más de 3.500 hectáreas de bosques en reserva estricta. Una parte de lo que está ardiendo ahora había sufrido un incendio en 2022, en un sector de bosque de difícil acceso.
Mientras tanto, en el Parque Nacional Lanín, en la zona del Lago Meliquina, el fuego logró ser contenido en estas últimas horas. Sin embargo, el daño está hecho: cerca de 10 hectáreas de bosque de coihue, radal y maitén se vieron afectadas.

El 27 de diciembre también se registró un incendio forestal en el Cajón de Hualcupén, a 30 kilómetros de Loncopue, en dirección a Caviahue (Neuquén) que logró extinguirse. El saldo quedó en 450 hectáreas de bosques de ñire y matorrales arrasadas. Se confirmó que las llamas comenzaron con la quema de un canal en un campo.
En el caso del incendio en el Parque Nahuel Huapi se evalúa si las tormentas eléctricas registradas hace pocos días podrían haber sido el detonante. En tanto, en el Parque Nacional Lanín se estima que fueron causas humanas.
Situaciones críticas como éstas se repiten en la Patagonia cada verano como una crónica de incendios anunciados. Es tiempo de tener presente que hay que prevenir antes que lamentar porque la crisis climática que vivimos aumenta la frecuencia de estos eventos así cómo los hace más difíciles de controlar.
¿Por qué proteger los bosques patagónicos de los incendios?
Como explica Noemí Cruz, coordinadora de la campaña de bosques de Greenpeace, “Los Bosques Andino Patagónicos constituyen una de las últimas reservas mundiales de bosques templados con poca alteración antrópica y valiosa biodiversidad”.
Debemos hacer los máximos esfuerzos para proteger estos ecosistemas únicos para conservar la red de vida que sostienen y, además, porque no hacerlo tiene un altísimo costo que pone en peligro a los habitantes de este mundo en su conjunto.

En otras palabras, “Continuar con la destrucción de bosques significa más cambio climático; más desaparición de especies; más inundaciones; más desertificación; más desalojos de comunidades campesinas e indígenas; más pérdida de alimentos, maderas y medicinas; y más enfermedades”, sostiene Noemí.