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Written by 8:33 pm Notas de opinión

26 años de un pedido: “No se olviden de Cabezas”

Una frase que se mantiene viva en la memoria de muchos, en la lucha de miles y en la odisea de millones. Un fotógrafo, un empresario, políticos, policías, un homicidio y tantos interrogantes que siguen palpitantes en los recuerdos argentinos.

(*) Por Santiago Sanabria

José Luis Cabezas logró lo que nunca nadie había podido: ponerle “rostro” al hombre más poderoso del país, Alfredo Yabrán. La década de los 90 quedará marcada en la historia de toda una nación por la llegada del neoliberalismo, los lujos y un escándalo gremial – político que se transformó en una investigación policial con las fuerzas de seguridad metidas en el embrollo y la justicia otra vez tardía.

Se cumplen 26 años del homicidio de José Luis Cabezas. El fotógrafo de la revista Noticias fue asesinado de dos disparos y su cuerpo calcinado dentro del auto que utilizaban para cubrir la temporada en Pinamar. Fue el crimen político y el mensaje mafioso más siniestro que se recuerde desde el regreso de la democracia. El entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, consideró que le habían “tirado un muerto” en plena pelea por la sucesión con el presidente Carlos Menem. Una trama a la que se sumaban intereses económicos que tenían como protagonista al empresario Alfredo Yabrán. La justicia, la verdad y la memoria fueron un permanente reclamo en este cuarto de siglo, aunque no siempre se dieron en el mismo momento.

A Cabezas, justamente, lo mató un policía: el subcomisario Gustavo Prellezo, que entre bambalinas trabajaba para Gregorio Ríos, jefe de la custodia de Yabrán, el poderosísimo empresario que se ufanaba de controlar todas las entradas y salidas del país, el hombre que odiaba a los periodistas, que quería ser invisible y que afirmaba que, para él, que le sacaran una foto era como si le dieran “un tiro en la cabeza”. Fue un karma: así ejecutaron a José Luis, y así acabaría con su propia vida un 20 de mayo de 1998, cuando una partida policial iba a buscarlo a una de sus estancias, cerca de su Larroque natal, para detenerlo como ideólogo del homicidio del reportero que, con su teleobjetivo, le había revelado su rostro a la Argentina, en febrero de 1996.

Aquel verano de 1997, Cabezas era uno de los enviados de la revista Noticias a Pinamar, que esos años rivalizaba con Punta del Este como epicentro de la presencia del poder político y económico, lo que justificaba la presencia masiva de los equipos periodísticos más importantes del país. No era solo la presencia del público y la frivolidad: en el balneario también se decidía el presente y el futuro de la Argentina.

El 25 de enero era una de esas ocasiones especiales: Oscar Andreani, poderoso empresario telepostal, cumplía años. El festejo era uno de los eventos de la temporada, con 200 invitados. Y allí fueron Cabezas y su compañero, Gabriel Michi, el mismo que un año antes había obtenido los datos necesarios para encontrar a Yabrán en una caminata por la playa con su esposa, María Cristina Pérez. José Luis se quedó casi hasta el final. Pasadas las 4.30 sonó su radiomensaje; poco después, salió de la mansión con la cámara Nikon F4 colgada del hombro y las llaves del Ford Fiesta blanco que les había alquilado la editorial para moverse en la cobertura. Afuera, en vehículos y puntos estratégicos, varios hombres esperaban y acechaban. Eran Prellezo y cuatro bribones de la localidad platense de Los Hornos a los que el policía les iba a encargar unos “trabajos”: Sergio González, José Luis Auge, Horacio Braga y Héctor Retana.

La herencia de Yabrán sigue viva como siempre. Entre empresas que quedaron en poder de su mujer y sus hijos y una cadena de testaferros y abogados comandados por quien fuera la mano derecha de don Alfredo, Héctor Colella. Mientras, Norma y José, los padres de José Luis, dejaron su vida buscando Justicia. Cristina, su viuda, y Candela, su pequeña hija, tuvieron que irse del país para emprender una nueva vida. En esas asimetrías la memoria, la verdad y la justicia no siempre van de la mano. Pero como comunicadores es nuestra obligación universal informar, a pesar de todo y contra todos. Yo, no olvido a Cabezas.

(*) Periodista de Canal 12.

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