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Written by 12:37 am Notas de opinión

Dios la hizo inmaculada

Por Damián Bitar (*)

San Agustín (s IV/V) —gran santo, gran predicador, gran literato—comienza uno de sus sermones con este diálogo imaginario con la Virgen: “¿Quién eres tú que serás madre? ¿Cómo lo has merecido? ¿De quién lo has recibido? ¿Por qué se formará en ti, quien te ha creado? Eres virgen, eres santa…pero, si mucho es lo que mereciste, mucho más es lo que has recibido. ¡Se forma en ti quien te ha creado a ti! Te concede la fecundidad, pero no te priva de la virginidad. ¿Por qué este don tan grande a ti?

Me parece —continua san Agustín— que estoy haciendo preguntas indiscretas a la Virgen. Pero noto que la Virgen se sonríe y comprensivamente me responde:

“¿Me preguntas de donde me viene todo esto? Para conocerlo observa el saludo del ángel y advierte que en mi está tu salvación. ¡Cree en aquel en yo he creído! ¿Quieres saber de dónde me viene todo esto? Pregúntale al ángel”.

Dime, ángel ¿de dónde le viene todo esto a María?

Ya lo dije en el saludo: “Es la llena de gracia” (Sermón 291,6).

Esta es la respuesta a nuestro asombro: Dios la colmó de su gracia y la hizo inmaculada. Es el singular privilegio que Dios todopoderoso concedió a la Virgen: en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su concepción.

María, totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como acostumbraban a decir los Padres de la Iglesia, es la realización del sueño optimista que tuvo Dios cuando pensó en nosotros y nos eligió en Cristo ante de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia por el amor (cf. Ef 1,4).

Dios la hizo inmaculada desde el momento de su concepción. Literalmente “inmaculada” significa ‘sin mancha’. Nos encontramos con un representante de nuestra estirpe “sin mancha alguna”. Los argentinos ya hemos incorporado a nuestro lenguaje cotidiano el concepto “corrupción”, realidad humana que siempre acompañó al hombre. ¿Quién está libre de alguna salpicadura, por lo menos? Todo ser humano viene al mundo con esta herencia generacional, respira este aire y en el crece.

El dogma de la Inmaculada nos dice que “la llena de gracia”, colmada del Espíritu fue liberada de esa herencia y de ese contagio. Dios se preparó una madre enteramente humana, pero ni herida ni desfigurada por tantos atentados al Dios tres veces santo. Eso es el pecado: un atentado contra Dios. Pero Dios está por encima del pecado y su omnipotencia se manifiesta sobre todo en la misericordia y el perdón. Precisamente el libro del Génesis muestra a Dios anunciando la salvación en el mismo momento de la caída del hombre, porque nada es imposible para Dios. (Lc 1,37).

Apenas comenzado el adviento nos encontramos con la fiesta de la Inmaculada Concepción de María. Si esperamos encontrarnos con el Hijo, no resultará extraño que en el camino nos encontremos con la madre. Si el adviento es tiempo de cultivar la esperanza, María Inmaculada es el primer signo que anuncia el cumplimiento de la promesa hecha allá, en los comienzos (cf. Gen 3,15) y reiterada a lo largo del Antiguo Testamento.

Si san Pablo da gracias a Dios porque hemos sido bendecidos en la persona de Cristo…ante de la creación del mundo (Ef 1, 3-4)…esa bendición se hace realidad plena en María ya en el mismo momento de su concepción. Lo anuncia el saludo del ángel: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc1,28). Todo cuanto podamos decir de ella es alabanza a Dios; es Dios quien lo ha hecho, y ella lo reconoce y acepta desde su pobreza. Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mi lo que has dicho (Lc 1,38).

Es importante cantar con María las maravillas del Señor. Es importante dar gracias a Dios, que honró a toda la naturaleza humana con el privilegio excepcional que otorgó a María. Pero falta algo: imitar la fe y la esperanza de la Virgen en este Dios, para quien nada es imposible. Creyó María en este irrebatible argumento del ángel: para Dios nada es imposible.

¿Creemos también nosotros que Dios quiere colmarnos de gracia, llenarnos de alegría y ofrecernos una vida llena de sentido como lo hizo con la Virgen María?

(*) Obispo de Oberá

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