
El problema de los opositores al Frente Renovador de la Concordia se encuentra en el imán de la brújula que los guía. Tienen el norte en el sur. Se les rompió. Sus principales dirigentes gravitan en la tambaleante política nacional, manejada por un establishment de vieja data, cuyos principales intereses siempre estuvieron vinculados al centralismo porteño y a los sectores donde prima la concentración de la riqueza. Es decir que se manejan bajo una agenda extramuros, alejada a los intereses de la provincia.
Ese es uno de los motivos de las deserciones que hay en las filas del radicalismo, del PRO y hasta del kirchnerismo. Un éxodo que también alcanza a los nuevos sectores políticos, donde hay varias microaldeas libertarias, además del campamento liderado por el joven empresario Pedro Puerta, heredero de la mística privatizadora de los dorados ’90.
Sucedió que los dirigentes opositores miraban el escenario externo; mientras tanto, la maquinaria renovadora se ocupaba de lo interno, de lo inmediato y buscaba moldear un futuro algo más predecible, al menos un poco más estable frente a la incertidumbre extramuros, una realidad lejana pero amenazante. Este cuadro no se pintó ayer, ni cuando Javier Milei se puso la banda presidencial, se tardó veinte años y unos meses.
El resultado apenas se puede ver en algunas áreas del Gobierno. La renovación Neo, que comenzó a brotar en 2018, es producto de una evolución sociopolítica natural del Frente Renovador que creó Carlos Rovira en 2003. Sus integrantes forman parte de una generación que creció –en medio de un cambio de era– bajo un modelo de gestión que priorizaba lo inmediato y mostraba un futuro, especialmente a través de obras simbólicas como el Observatorio Astronómico, el Centro del Conocimiento, y más recientemente la Escuela de Robótica, Silicon Misiones y toda la parafernalia futurista, incluyendo a Elon Musk y sus antenas.
La idea del Estado misionero moderno, enfocado netamente en el bienestar local frente a la estupidez de la comparsa de los grandes partidos nacionales, prendió como pólvora nueva. Es la imagen de la Suiza neutral en medio del desastre de dos guerras mundiales, un territorio de 41.285 kilómetros cuadrados con un sistema administrativo formado por 26 cantones y 2.600 municipios. Vengo escribiendo sobre ese ideario desde hace años, el círculo lo sabe.
El caso suizo es interesante y en él se ve reflejada una generación que parece mirar la relación entre Misiones y la Nación desde otro enfoque. La participación directa del pueblo es otra de las características de la democracia de los suizos: elecciones, referéndum, iniciativas populares y ahora hasta trasladan la participación de los ciudadanos hasta en aplicaciones móviles. ¿Un gobierno digital será lo que viene? Posiblemente. Tal vez, un blend con Metaverso y la magia de la IA.
Sucede que la renovación surge de la alquimia de peronistas y radicales cansados de una dirigencia manejada por mandatos partidarios, y con esos antecedentes, a los Neo les da igual desayunar con libertarios, almorzar con los del Polo Obrero, o cenar con siberianos, siempre y cuando sea en beneficio de los intereses del Cantón mayor: Misiones, el cantón verde.
Identidad territorial y la idea de un futuro prometedor sin tener que emigrar, ideal transversal que trasciende las cuestiones partidarias, etarias, de género y de lo que se les ocurra. Eso ya es Misionerismo y trasciende a la misma Neo.
Martín Goerling, Martín Arjol y Pedro Puerta se deben un asado desde hace meses, no se ponen de acuerdo. Apenas se mandan algún que otro WhatsApp por cuestiones puntuales o para echarse en cara algo. Miran en silencio el tablero como ajedrecistas en pugna.
El PAyS, —una expresión territorial con diferencias al oficialismo local que siempre me pareció interesante— se desgranó cuando comenzó a preocuparse más por el concierto que se ofrecía en Buenos Aires que por lo que pasaba en el interior de la provincia. La vida es esencialmente un diálogo con todo lo que nos rodea, lo es incluso hasta en las funciones fisiológicas más sencillas o en las funciones psíquicas más sublimes.
Por ahora, el mejor blend tiene un sabor libertario. Quien lo dice no es un bartender de sábado por la noche, ni siquiera por especialista de la mixología, sino un eximio alquimista. Lo cierto, y permítanme decirlo, es que a todos los que vivimos en Misiones nos gustaría vivir en Suiza. En un Cantón verde, alejado de las miserias.
(*) Escritor, periodista y licenciado en Relaciones Internacionales. Grupo Atlántida.