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Written by 8:59 am Notas de opinión

El sentido de humor de Jorge Luis Borges

Conocer a Jorge Luis Borges es encontrar una de las dos mentes más brillantes del siglo XX. La otra fue Mario Bunge. Ambos casi centenarios, formados en el enciclopedismo de la era anterior. Pero aquí se hará más referencia a su sentido del humor, sus sarcasmos, ironías y formas de hablar.

(*) Por Mario Arturo Pernigotti

A Jorge Luis Borges todos lo nombran, pero casi nadie lo lee. Dicen que en eso se parecen el famoso escritor argentino y el libro de El Quijote de la Mancha.

Si hay alguna cuestión en su literatura que abordar, siempre recomendaré empezar por algunos cuentos como Emma Zünz, probablemente el mejor de todos.

Pero claro, de ahí puede saltarse a El jardín de senderos que se bifurcan, donde usted puede tener un escenario de segunda guerra mundial; potencias que se disputan el mundo; un novelista chino resistido en su país porque intenta un género menor y despreciado; dos filósofos que se encuentran y uno debe matar al otro no por cuestiones bélicas sino por un mensaje que debe enviar (las palomas mensajeras no funcionaban y las líneas eléctricas estaban cortadas) a sus aliados y muchas reflexiones sobre qué es el tiempo. Y si quiere un “falso documental”, recomiendo El Informe Brodie (por sobre Tlon Uqbar Orbis Tertius).

Y después la poesía.

Es difícil encontrar algo superior al inicio del Poema de los dones

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche”.

¿Qué está diciendo JLB? Acaba de ser nombrado Director de la Biblioteca Nacional: Pero a la vez de tener los libros, ya queda definitivamente ciego (me dio la noche). No hay lágrimas ni reproches (no hay pichadura, dirían los misioneros) simplemente destacar la ironía.

Pero hete aquí que ahora hay que ver otra faceta. Ya todos saben que no le gustaba el fútbol.

Hincha arrepentido de San Lorenzo

“Cierta vez me preguntaron qué cuadro prefería y yo pensé que se referían a telas o a óleos y les expliqué que como no veía bien, la pintura no me interesaba demasiado. Pero parece que se referían a cuadros de fútbol. Entonces les dije que no entendía absolutamente nada de fútbol. Ellos contestaron que, ya que estábamos en ese barrio, San Juan y Boedo, yo tenía que decir que era de San Lorenzo de Almagro. Me aprendí de memoria esa contestación y cuando me preguntaban yo decía que era de San Lorenzo de Almagro. Pero pronto noté que San Lorenzo casi nunca ganaba. Entonces hablé con ellos y dijeron que eso no tenía importancia, que lo de ganar o perder era secundario ­en lo que tenían razón­ pero que San Lorenzo era el que jugaba un fútbol más “científico”. Al parecer, no ganaban, pero lo hacían metódicamente”.

Ilógico sin maldad

Borges sabía que sus declaraciones solían irritar a mucha gente, pero eso no impedía que las repitiese una y otra vez, con pocas modificaciones. Alguna vez, sin embargo, creyó necesario relativizarlas: “Me he burlado de muchas cosas y siempre sin maldad. Yo soy muy ilógico. Lo que pasa es que la gente me toma demasiado en serio”.

Reírse de uno mismo

Luisa Valenzuela fue una intelectual que lo acompañó en los años 50 (ante que llegara María Kodama).

Borges era muy tímido y esta bella e intelectual mujer a la que llamaban Lisa lo tenía subyugado. Viajaban por el mundo y ella hacía de partner (o lugarteniente) en sus presentaciones.

Se reían ellos dos, Lisa y Georgie, al regresar de unos paseos estrambóticos y nocturnos por los puentes de Constitución, lugar que le fascinaba a aquel Borges aún medianamente vidente y siempre muy sensible a su entorno. Y volvían, ellos dos, no describiendo los sórdidos lugares que habían recorrido, sino riendo por las cuartetas idiotas que se les iban ocurriendo en el camino. 

Ella dice: “La imagen que conservo de aquél a quien solíamos llamar Georgie es la del pícaro que se divierte con sus dichos, no siempre del todo inofensivos pero siempre brillantes y queribles.

“En la plaza de Belgrano/ pero un poco más abajo/ hay un letrero que dice/ mierda la puta carajo.” Por ejemplo.


O bien:

“En el medio de la plaza/ del pueblo de Pehuajó/ hay un letrero que dice/ la puta que te parió.”

Pasaron años antes de que yo pudiera retrucar con una cuarteta a la altura, nada apreciado por el escritor:

“En el barrio de San Telmo/ Biblioteca Nacional/ hay un letrero que dice/ hacete un lavaje anal”


Este es el JLB que hoy tiene lugar aquí.

Periodista y Técnico en Investigación Socioeconómica.
Condujo el programa Derecho al Autor de Canal 12.

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