Cuando me dijeron que iba a entrar en una escuela que solamente tenía un año de antigüedad, la verdad que mi yo de 12 años no se emocionó demasiado. Puede ser porque venía de una escuela bastante diferente de lo que es la ESIM, una primaria hecha y derecha en la cual todos los chicos usaban uniforme y regía el modelo “alumno-profesor-pizarrón”.
Sin embargo, al Martín que siempre tenía problemas porque no llevaba el uniforme correctamente, le encantó la idea de poder ir a la escuela como más le guste. Que la escuela haya planteado esa herramienta me presentó a la institución como un lugar en el cual me podía expresar como yo quería y que no trataba de estandarizar mi forma de ser atrás de un simple y común uniforme.
Encantado por esa propuesta y también con un gran interés en la robótica, decidí ir a la ESIM, decisión que no podría ser más acertada.
Fueron 5 años en los cuales, además de incorporar conocimientos increíblemente útiles para la vida, como el del trabajo en equipo y el desarrollo de proyectos, también me topé con un grupo de jóvenes increíble que hicieron que la secundaria sea un trayecto inolvidable. Profesores con los cuales, lejos de verlos como los malos, logré formar una amistad y con una escuela que, si bien tiene cosas por mejorar, funciona para los chicos, para que cada uno pueda ser libre de expresarse como le gusta y que generó y sigue generando, a mi parecer, el mejor ambiente posible para estudiar en sociedad.
No me quedan más que palabras de agradecimiento para con la escuela. Es un lugar en donde me pude desarrollar como persona, pude hacer amigos y, sobre todo, pude descubrir qué quería ser por el resto de mi vida.
(*) Egresado de la Escuela de Innovación
