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Written by 9:59 am Notas de opinión

Permiso para ser feliz

(*) María Rita Nahúm

Los recuerdos se escriben con letras diversas en el libro de la vida. Algunos, con la mano temblorosa, otros “forzando una buena letra” y otros, casi esbozados, en páginas que preferimos olvidar.

Yo elijo aquellos recuerdos que me iluminan. Cuando los evoco siento que entibian mi alma con aromas conocidos y los reescribo con el esmero asombrado de mis primeros trazos, para recordarme cuán bella es la vida, aún cuando aprender fue muchas veces doloroso. Y es claro que, si pudiéramos elegir, aprovecharíamos para tachar muchos errores, reescribir historias, saltear renglones.

Pero ¿Quiénes seríamos sin las experiencias vividas? ¿Qué necesitamos para permitirnos integrar aquello que nos resultó difícil o, en ocasiones, terrible?

Incluir es la clave. Armar completo el rompecabezas de nuestras acciones es lo que nos permitirá trascender, disculparnos, tener sobre nuestra vida una mirada amorosa y comprensiva.

Somos la historia que nos contamos. La que escribimos con alegrías y con dificultades, la que nos impulsa y la que nos paraliza. Somos todas esas historias que vivimos y la manera en que elegimos recordarlas es la que nos abre o cierra las puertas de la posibilidad.

¿Cómo me recuerdo actuando ante tal o cuál circunstancia complicada? ¿Quién me digo que soy cuando puedo, o no, hacerme cargo de mis relaciones?

Yo soy quien ME CUENTO QUIÉN SOY y sólo en mí viven las oportunidades de cambiar mis historias, de resignificarlas y aprovechar el aprendizaje que hay en ellas. Así, puedo elegir la vida y tomarla con sus grises y sus soledades, con sus paréntesis y sus puntos y aparte, porque ellos me permiten valorar los momentos plenos en los que me siento completa y alegre, en los que todo el futuro es un cascabel que me tienta con su sonido picante y movedizo y el cuerpo y el alma se encuentran conectados y bellos.

Permanecer en conexión directa con mis fortalezas es un camino seguro sobre el cual me desplazo con destreza y confianza. Cuando, en cambio, me paro sobre aquello que siento difuso en mí o que valoro negativamente, esos espacios que muchos llaman defectos y que yo prefiero nombrar como ZONAS DE APRENDIZAJE, otra es la historia que entretejo en la trama de mi vida y habito una “jaula” en la que las excusas me obligan a permanecer sintiéndome falto de fuerzas, inoperante, incapaz. Si en esos momentos elijo habitar mis capacidades, desde allí podré encontrar la forma de intervenir positivamente y ensayar otras respuestas que me permitan alcanzar los objetivos.

Desafiar mis propios límites es un acto de coraje personal y de fe en mí misma. Confiar, permanecer, apostar a mí una vez más es darme, por fin, EL PERMISO PARA SER FELIZ.

(*) Periodista y Master Coach

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