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Qatar 23: una nota que rozó el peligro antes de la Fiesta FIFA

A tres días para la gran definición de la Copa, buscamos una de las últimas notas de la cobertura. ¿Cómo compran cerdo y alcohol los qataríes? Una misión que estuvo cerca de ser un gran problema.

Por Emiliano Andreoli (*)

Habrá muchas cosas pendientes para hacer en Qatar, seguramente que el país debe tener cosas que ni siquiera sabemos que existen. Pero seguimos buscando la nota, el dato y la experiencia. Este jueves fue especial porque salimos de la zona FIFA. Nos escapamos de las vallas de contención, de los recorridos guiados en lugares comunes de la Copa. Salimos, exploramos y estuvimos a poco de un llamado a la policía.

¿Qué hicimos? Intentamos averiguar cómo se compran las cosas que en los supermercados no hay. Alcohol y jamón de cerdo o alguna carne de ese animal se consiguen sólo en un lugar. El mercado de bebidas y esa carne que está ubicado en Al Rayyan, un barrio alejado de Doha, casi otra localidad. Es un mercado que no tiene carteles, que no cuenta con un nombre de referencia. Llegamos después de un largo viaje en tren, una conexión con el colectivo L520 y una caminata de no menos de mil metros donde no habían veredas y el asfalto llegaba hasta cierto punto.

Aunque no parezca, eso es el mercado para comprar bebidas en Qatar.

El mercado parece cualquier cosa menos un mercado. Muros altos, alambres de púa en la parte superior, tres ingresos con cinco encargados de seguridad cada uno. Es algo fuera de lo común, un compromiso mayúsculo a la hora de intentar conseguir alguna de las cosas que Qatar, evidentemente, no quiere que se consigan.

“Cortan o llamo a la policía”

15 horas de Qatar, 9 de Argentina. Comunicación de Provincia Ahora con el enviado especial a Qatar. Video/selfie y el acercamiento de un policía sin muchas ganas de diálogo. “Cortá ahora” fue la orden del keniata vestido de amarillo refractario. Coincidió con el trabajo de tres periodistas que salían al aire en distintos medios de la provincia. El keniata tuvo que caminar bastante para explicarnos (u obligarnos) lo que necesitaba que hagamos.

El problema para el policía fue que ninguno de los tres hizo caso inmediato. Claro, estamos acá para trabajar y contar lo que pasa con el mayor detalle posible. Cortar de prepo, para un argentino, no es una opción. Y no lo hicimos. Habló con todos y tomó su celular. Iba a llamar a la policía y nos íbamos a ganar un problema que no sabíamos qué fin tendría. Nos ahorramos el inconveniente y, tras cortar cada uno su comunicación, seguimos nuestro camino mirando hacia atrás. Un móvil de la policía, indefectiblemente, podía aparecer en cualquier momento. Por suerte no pasó.

Captura del momento.

Prohibido el paso

Más allá del policía destacado en los párrafos anteriores, coincidimos con otros que tenían un poco más de predisposición a la hora de explicarnos las cosas. “Se ingresa con una autorización gubernamental”, nos detalló otro de los encargados de seguridad quien, si bien nos dio datos, también nos mostró siempre el camino de salida.

Cada auto que ingresaba al lugar después de presentar una foja con números de identidad. “Cada persona tiene un cupo para comprar. Depende de su sueldo, su estatus social y su procedencia”, afirmó el guardia keniata con un inglés difícil de asimilar. Preguntamos si podíamos entrar a tomar algunas imágenes y su reacción fue un escándalo. “Eso es imposible”, exclamó con los ojos abiertos y la mano derecha indicándonos que volvamos por donde vinimos. Eso hicimos, porque incomodarlos a los guardias de seguridad era una circunstancia que ya no tenía mucha razón de ser.

FIFA y un evento impresionante

Durante la tarde del miércoles llegó la invitación de la organización del Mundial para los periodistas acreditados. “Nos encontramos a las 19 horas en la estación Qatar University”. Acudimos en grupo de 7, los que compartimos departamento todo este mes, para luego subirnos a un colectivo que nos llevó hasta una playa.

La invitación decía ‘comidas y bebidas internacionales’. Y la FIFA cumplió. Para los argentinos, milanesas con puré. Para los del norte, hamburguesas y panchos. Los mexicanos podían servirse sus nachos picantes y los árabes sus comidas que desconocemos los nombres.

En el escenario, shows inacabables. Si terminaba de cantar una banda, otra ya estaba para salir a escena. Luego un DJ que hizo sonar temas de todas partes del mundo, como para que nadie se sienta desplazado de la consideración de la organización.

Y las bebidas estaban. Si antes fuimos a ver cómo se compraban las bebidas en Qatar, fue para después darnos cuenta de que todas estaban en las barras de la FIFA, que sí consiguió el permiso para comprarlas, evidentemente. Más de uno salió complicado de una playa que arena no tenía, porque largas alfombras cubrían el camino de los invitados.

Quedan pocos días para la definición de la Copa del Mundo, de la cual no hablamos en los párrafos de arriba. A partir de este viernes, todo se volverá celeste y blanco, mientras seguimos en la incansable búsqueda, de siempre, para conseguir entradas a Lusail.

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