No hay dudas de que si Martin Scorsese ve esta película, hubiera querido dirigirla y diría: me atrapaste, es cine. Sinners –Pecadores– relata la historia de dos hermanos gemelos, interpretados por Michael B. Jordan, quienes, intentando escapar de sus turbulentas vidas, regresan a su pueblo natal con la esperanza de empezar de nuevo y montan una cantina exclusiva para la comunidad afroamericana. Sin embargo, lo que les aguarda es un mal antiguo y mucho más poderoso, dispuesto a darles la bienvenida.
Aun sin el elemento sobrenatural ya es una excelente película, con una ambientación y música -que es el alma del filme- que te transporta al sufrido Mississippi de la década del 30, donde la comunidad afroamericana enfrenta el yugo de la Gran Depresión, la amenaza del Ku Kux Klan y el azote de un sistema racista. Si a esa mezcla se le agrega una dosis de clásicos monstruos -en un musical, para colmo- y conexión con los antiguos espíritus, ya hay una cuota de genialidad y locura que gracias al séptimo arte llegó a la pantalla.
Un terror musical
La banda sonora de por sí merece un subtítulo aparte. La misma está compuesta por el oscarizado y colaborador habitual de Cooler, Ludwig Göransson ¿Como este sueco puede componer una banda sonora que rinde uno de los mejores tributos al blues y rock and roll en la historia del cine? Debe ser, primero por la globalización, y segundo por una profunda investigación de la música del Delta de Mississippi. Su banda sonora parece haber sido poseída por el fundador del Club de los 27, Robert Johnson -ya saben ese misterioso guitarrista que dicen que vendió su alma al diablo-, con ritmos modernos y con la estridencia cinematográfica de Hans Zimmer.
El largometraje puede entrar en la categoría de terror musical, una gema muy rara en el cine, y que muy pocos se atreven a producir. La última joya en ese apartado fue la extravagante The Rocky Horror Picture Show (1975). Esta ultima es una pieza de cine culto, que creo que Sinners va a camino a sumarse.
Sinners se encamina a ser la mejor película en lo que va del año
La dirección de Coogler no sólo impulsa la narrativa, sino que da vida a personajes tan complejos que parecen saltar de la pantalla, mientras el guion se adentra con madurez en historias que conectan con lo más profundo del sentir de la comunidad afroamericana. Es atrevida y toma elementos clásicos de uno de los monstruos más explotados del cine para hacerlos suyos. Ya que no solo están al acecho de cuellos, sino también le roban sus almas, su pasado y su cultura, algo que sí es una metáfora de la historia afroamericana no está para nada desacertada.
Más allá del uso de criaturas típicas del terror, es una relato original, no es la adaptación de un material preexistente o parte de una saga, es decir un fenómeno extrañamente inusual en las épocas que corren -más raro que ver vacas volando diría Martin Scorsese-. A casi una semana de su estreno está atrayendo a la gente para ir al cine gracias al boca a boca, y cuenta con un alta valoración de la critica especializada ¿Huele a Oscar? Solo el tiempo lo dirá.
La película es un 10 de 10, totalmente recomendable sobre todo para ver en formato Imax, y demuestra que para disfrutar de un buen blues hay que tener algo de gusto por el pecado.