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Crece el consenso para sentar en el banquillo de acusados a la industria petrolera por la crisis climática

Por Antonio D´Eramo

El Foro Económico Mundial, conocido como Foro de Davos por el nombre de la localidad suiza donde se realiza su asamblea anual que reúne desde 1971 a los principales líderes políticos internacionales, intelectuales y periodistas invitados, se convirtió en una caja de resonancia de aquellos dirigentes y ambientalistas que no dudaron ni un segundo en señalar como principales responsables del calentamiento global, a las empresas del sector petrolero.

Si bien fue el secretario general de las Naciones Unidas (UN), António Manuel de Oliveira Guterres, el portavoz en el foro de esta cruzada contra la industria del petróleo, la “piedra del escándalo” en la que basó sus acusaciones fue un estudio de la Universidad de Harvard y el Instituto de Investigación del Impacto del Clima en Potsdam de Alemania que reanalizaron datos e informes que tenían los científicos del gigante petrolero ExxonMobil entre 1977 y 2003.

Pues bien, el estudio publicado en la revista Science, señaló que “…aún en la década del ‘70…las predicciones de la petrolera eran correctas y sabían tanto como los científicos y los gobiernos”.

En concreto, los científicos de ExxonMobil descartaron una transición hacia una era glacial, en favor de una “superinterglacial” inducida por el dióxido de carbono (CO2).

El dióxido de carbono es un compuesto de carbono y oxígeno que existe como gas incoloro y está relacionado con el efecto invernadero, necesario para mantener la superficie de la Tierra con temperaturas aptas para la vida pero que en la actualidad, según un 92 por ciento de los estudios científicos elaborados por expertos en climatología, se halla desequilibrado por las actividades humanas que aumentan la emisión de gases como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso provocando el calentamiento global que pone en riesgo a muchas poblaciones y numerosas especies animales.

En principio, el estudio de la compañía petrolera fue tan preciso que logró pronosticar a fines de los ´70 que el dióxido de carbono aumentaría 2 grados hacia el año 2000 y que el ascenso de la temperatura sería de unos 0,2 grados por década.

Una filtración de 2015 había alertado acerca de la existencia de estos trabajos científicos realizados a pedido de ExxonMobil que advertían acerca de un “calentamiento con dramáticos efectos medioambientales antes de 2050, potencialmente catastróficos”.

La grave acusación del titular de la ONU cuando señaló que “…algunos productores de energías fósiles eran totalmente conscientes en los años ´70 de que su producto estrella iba a quemar el planeta” y prefirieron “difundir una gran mentira” al ocultar su responsabilidad en el calentamiento planetario global, le abre las puertas a los estudios de abogados para realizar demandas multimillonarias, superiores quizá a las que debió enfrentar la industria tabacalera a fines del milenio pasado.

En 1998, varios estados estadounidenses consiguieron firmar un acuerdo judicial histórico del orden de los 246.000 millones de dólares, destinados a cubrir los costos de los tratamientos médicos de los fumadores afectados por el hábito del tabaco.

De manera análoga a lo que sucedió en el pasado con las grandes tabacaleras, ExxonMobil viene negando y desestimando las conclusiones a las que llegaron los científicos que contrataron en el pasado para evadir responsabilidades por el cambio climático registrado en la actualidad.

Porque las responsabilidades pueden surgir pronto si tomamos en cuenta que la industria judicial estadounidense ya tomó nota de las demandas individuales y colectivas que pueden realizar.

Desde accionistas que dicen sentirse engañados y estafados porque se les ocultó información relevante hasta demandas colectivas en California donde se está tramitando un juicio, entre varias ciudades de la Bahía de San Francisco y las cinco petroleras más grandes del mundo, que, ante las indagaciones autorizadas por un juez, están argumentando a favor del cambio climático, aceptando que el dióxido de carbono es parte del problema, aunque argumentando que su papel es completamente extractivo o productivo.

O sea, su rol como empresa petrolera no contribuye a las emisiones, la que contamina es la actividad económica que decide quemar los combustibles que ellos extraen del suelo.

Así como el portugués António Guterres estableció un paralelismo entre la estrategia de las petroleras y de las tabacaleras que enfrentaron demandas masivas sobre los efectos de los cigarrillos el símil se extiende a sus argumentos para defenderse.

La culpa es de los consumidores, de los usuarios. De los que van al kiosco a comprar un paquete de cigarrillos o de los que hacen fila para llenar el tanque de nafta.

La estrategia legal de las petroleras consiste en afirmar que la industria no tiene responsabilidad alguna en cómo la gente usa sus productos.

Sin embargo, las fuertes declaraciones del secretario general de Naciones Unidas van en el sentido de desmontar este argumento cuando señaló “la gran mentira” difundida para distorsionar la percepción pública de las consecuencias de los productos elaborados por los petroleros.

La tesis que subyace al “yo acuso” de Guterres es que nadie discute que el cambio climático se produjo por las actividades humanas que nacieron con la sociedad industrial, pero si se pretende que, aquellos que se aprovecharon de la situación a sabiendas de lo que sucedería en el futuro e hizo todo lo posible por retrasar posibles soluciones tecnológicas, tenga que contribuir y, hasta reparar, más que el resto.

Ahora bien, tomando nota que existe un consenso amplio, pero de ninguna manera unánime en la comunidad científica, acerca de la existencia, responsabilidad, causas y efectos del denominado calentamiento global, hay científicos que participaron de un documental británico titulado “la gran farsa del calentamiento global”, es interesante señalar que, durante la actual edición del Foro de Davos, se utilizaron más de mil aviones privados utilizados por Jefes de Estado y multimillonarios que contaminan más que 350.000 automóviles.

Típicas imposturas, difíciles de explicar, para aquellos dirigentes que hacen de los anuncios catastróficos una carrera que los lleva a permanecer en el foco de atención de la opinión pública mundial.

Fuente: Noticias Argentinas

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