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Croacia: fuerza de la Europa que sufre

Por Santiago Sanabria

Una nación joven que ha sabido sufrir para lograr sus mayores conquistas. No hablamos de ser semifinalista en Francia 98 o subcampeón del mundo en Rusia 2018; sino del legado Valcánico que todavía perdura en su sangre.

Una cosa que sabemos los sudamericanos es sufrir. Alguna vez, quizá, todo fue “color de rosas”, pero las venas abiertas siguen palpitando el curso natural del tiempo. Situación similar ocurre con ciertos países aún emergentes y jóvenes del viejo continente. Bosnia, Herzegovina, Serbia y Montenegro. Todos estos tienen su guerra de liberación —aquella que nosotros recordamos, hace 200 años— todavía latente.

Un proceso de liberación comenzó durante la década de los 80 y terminó diez años más tarde. La guerra de los Balcanes es algo que nos pasó muy lejos en la distancia, pero muy cerca en el sentimiento. Ciudadanos que buscaban hasta el cansancio poder lograr algo tan básico como necesario: Su libertad.

Casi en nuestros tiempos, en 1868 para ser concretos, Croacia gana autonomía nacional, si bien permanece bajo la autoridad Húngara. Después, se unió a los serbios y eslovenos, y en 1929 se convirtieron en Yugoslavia. Esta situación duró hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando Yugoslavia es invadida y Croacia pasa a formar parte, a la fuerza, de las tropas del eje. Tras la derrota, Yugoslavia se unificó nuevamente bajo el mando de Tito.

La situación se mantiene estable hasta 1991, año en el que Croacia declara su independencia de Serbia, lo que genera un conflicto armado, producto del cual regiones como Krajina o Eslovenia se niegan a segregarse de Yugoslavia, independizándose de Croacia. Luego de cuatro años de guerra, las fuerzas serbias abandonan Krajina en 1995. En 1998 Croacia ya tenía país, consiguiendo el reconocimiento de la ONU, y solicitando su entrada en la Unión Europea años más tarde, concretamente en 2003.

Fue en ese 1998 cuando deportivamente se terminaron de plantar ante el mundo, como lo hicieran sus héroes después de tanta guerra, tanto dolor y tanta muerte. Conseguir el tercer lugar era, en parte, dar un cimbronazo al mundo del fútbol. Con Davor Šuker como figura y goleador del torneo no tenían nada que temer ante los mejores. ¿Fue una sorpresa? Pensándolo rápido, quizás sí. Pero tomando todo lo que vino después, pierde el sentido.

La camada surgida después, con algunos nacidos en la vieja Yugoslavia y otros en la nueva Croacia, alcanzaron la final del mundial, donde cayeron con Francia en el partido decisivo. Como en aquellas oportunidades llegan sin gustar, sin brillar y con sus mayores talentos algo agotados y dando hasta las últimas gotas.

Johan Cruif, parte de “La Naranja Mecánica” y creador de la escuela futbolística del Barcelona dijo alguna vez que para jugar al fútbol no hay que correr porque correr corre cualquiera. Es que hay jugadores que tienen el GPS de la pelota incorporado. No necesitan correr mucho para estar ubicados siempre en el lugar indicado. Hacen siempre el camino más corto para que la pelota esté en sus pies. A los 21 o a los 37. Luka Modric fue el mejor jugador del Mundial 2018 y hoy es clave en esta Croacia que se jugará con Argentina la chance de una nueva final. Pero como tantos cracks, tiene una historia durísima. Desde tener que escapar por la guerra en los Balcanes, a ver cómo mataban a su abuelo y sobrevivir como refugiado.

Nacido el 9 de septiembre de 1985 en Zadar (en ese momento parte de Yugoslavia; desde 1995 es Croacia), a los seis años tuvo que abandonar junto a su familia Zaton Obrovacki, el pueblo próximo a Zadar en el cual vivía por la Guerra de los Balcanes y debió vivir varios años como refugiado, alojándose en hoteles junto a su madre, Radojka Dopud, que era trabajadora textil, y sus hermanos. Stipe, su padre, debió sumarse al ejército croata. Y su abuelo fue asesinado por rebeldes serbios.

Pero si hubo algo que nunca dejó atrás fue su pasión por el fútbol, a tal punto de vivir con la pelota en el Hotel Kolovare, donde paró durante bastante tiempo junto a su madre. En el estacionamiento se armaban partidos y alguien iba a ver esa calidad del GPS humano hecho jugador de fútbol.

Jorge Valdano —campeón del mundo en México 86— escribió en un periódico español: “Cuidado Europa, a América lo mueve el sentimiento”. Estas palabras las expresó al tiempo en que se jugaban la Copa América y la Eurocopa.

Ese “sentimiento” del que habla el ex argentino es ese que también mueve a los croatas, como también a toda la Europa que sufre. Que todavía tiene latente el dolor y son capaces de sacar ese fuego sagrado.

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