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En el pesebre entendemos el amor de Dios

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 4° domingo de Adviento.

En este último domingo del Adviento ya estamos próximos a celebrar la Navidad. Uno de los ejes de la oración y reflexión de este tiempo es la esperanza. La espera y expectativa de los contemporáneos de Jesús por la llegada del Mesías es actualizada por la liturgia del Adviento que nos prepara para el nacimiento del Señor.

Es un tiempo especial porque vamos cerrando el año, quizás cansados por la intensidad de lo vivido. Las luces navideñas de los pueblos y ciudades empiezan a encenderse, así como las despedidas festivas. En medio de esta realidad es indispensable evaluarnos y tratar de salir por un momento de tantas urgencias, para ver si aquello que es importante como nuestros ideales y nuestros valores, la familia, la vida y la solidaridad… ocupan realmente un lugar central en nuestro corazón. La Navidad, el Dios hecho hombre, el nacimiento marginal de Jesús en el pesebre, nos permiten comprender el lenguaje de Dios y ubicarnos en aquello que es central, para responder a tantas urgencias que nos agobian.

La Navidad es un tiempo de gracia que nos puede llevar a volver a Dios. No es fácil porque nos juega en contra el excesivo consumismo de la época. Lamentablemente dicho consumismo usa hasta las fiestas fundamentales como la Navidad y las vacía de contenido. ¡Cuántas familias se reúnen, festejan y se olvidan el sentido y el porqué del festejo! ¡Cuántos saludos de fin de año y deseos de felicidades, que siguen marginando a Jesús!

Si bien hay mucha religiosidad y nuestra cultura local es especialmente religiosa, con una fuerte raíz católica, muchos no practican su fe y desconocen básicamente sus contenidos. El Adviento es un tiempo oportuno para volver a Dios. En las capillas se multiplican los pesebres y las Misas navideñas.

La fe necesita ser compartida y requiere nuestro compromiso y nuestra búsqueda de comunión con otros hermanos que están en el mismo camino. El pesebre nos ayuda a convertirnos. Nos permite comprender que no necesitamos mucho para ser amigos de Dios. Ante el pesebre descubrimos la pequeñez, la necesidad de la humildad, la grandeza y la esperanza.

Una de las dificultades para volver a Dios en este tiempo es el creciente subjetivismo de la fe. Cuando nos pasa esto es porque fuimos acomodando la fe a nuestro parecer, a nuestros afectos, a nuestros criterios. Es una tendencia fuerte este excesivo subjetivismo que nos lleva a adecuar la propuesta de Jesucristo, el Señor, a lo que nos parece y a lo que nos gusta en el momento, eludiendo aquello que nos enseña el Evangelio. Si bien es cierto que su propuesta habitualmente es exigente, tenemos la certeza que siempre el camino que Él nos propone lleva a la verdadera felicidad.

Al finalizar el año queremos agradecer por tantas cosas vividas como Diócesis. Continuamos haciendo nuestro camino pastoral, este año acentuando especialmente la temática de los jóvenes. Lo vivido en nuestro Santuario Diocesano de Loreto que fue un momento de especial gracia de Dios y de compromiso evangelizador donde nos hemos reunido para agradecer nuestra memoria y proyección.

El laicado que va haciendo consistente el trabajo evangelizador en las distintas áreas pastorales, y sobre todo la consolidación vocacional en nuestro Seminario «Santo Cura de Ars» que es un verdadero signo de esperanza. Las ordenaciones de un nuevo sacerdote y de cinco diáconos en camino al sacerdocio. También en la vida tenemos dolores y sufrimientos, y motivos para pedir perdón a Dios, y con la gracia del Adviento, buscar la conversión y volver a Dios.

Ya tan próximos a la nochebuena y a la Navidad debemos preguntarnos si queremos realmente volver a Dios. Hacerlo implica revisar nuestras vidas, cambiar, arrepentirnos, potenciar nuestros dones y confiar en que podemos mejorar. Volver a Dios requiere gestos concretos relacionados con Él y con nuestros hermanos. También implica expresar nuestra fe en la participación de la Misa de nochebuena o de Navidad, en poner un pesebre en nuestros hogares. En hacer la bendición de nuestra mesa familiar. ¿Rezar? Sí, rezar juntos. Seguramente la oración nos permitirá descubrir un nuevo sentido al encuentro familiar y con amigos que realizaremos en esta Navidad. Reencontrarnos más profundamente con Jesús en el pesebre navideño nos permitirá reencontrarnos en la esperanza.

Les envío un saludo cercano y ¡Feliz Navidad!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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