Este fin de semana comienza la 2° edición de la Peregrinación Náutica a Loreto, motivo que reunirá a un gran número de fieles que navegará por el arroyo Yabebiry. En este marco, Silvia Martínez fue una de las primeras mujeres que participó de este encuentro durante su inauguración el año pasado.
En declaraciones a canal12misiones.com, compartió parte de una serie de experiencias que combinan su amor por el deporte, la naturaleza y la fe. Dicha travesía fue una oportunidad única para enfrentar un desafío físico y espiritual que marcaría sus vidas.

Silvia se sumó a esta travesía a través de una invitación de un amigo cercano, el “Ruso Nicolás”. Relató cómo la comunidad “kayakera” en la que participa se convirtió en el vínculo que la motivó a ser parte de la histórica primera edición.
“Lo que más me llamó la atención de este evento fue ser parte de la primera peregrinación náutica, vivirlo desde el lado de la fe y sentir esa conexión espiritual que fue realmente emocionante”, contrastó.
El arroyo, una de las experiencias más hermosas
En cuanto al aspecto físico de la travesía, Silvia, corredora habitual y aficionada al remo, aseguró que no necesitó una preparación especial, ya que se encontraba en buena forma. “Soy corredora y suelo remar una vez a la semana, así que físicamente estaba preparada. Lo más desafiante fue la combinación del remo y la caminata, que fue lo que realmente me sorprendió”, comentó.


El recorrido no estuvo exento de momentos especiales. Durante la travesía, los peregrinos experimentaron la calma del río, el sonido de la naturaleza y la camaradería entre los participantes. Silvia remarcó: “Remar varias horas por el arroyo fue hermoso. El arroyo estaba crecido, mucho más ancho de lo que lo recordaba, pero el silencio solo se rompía por los ruidos del agua y los pájaros. Fue una experiencia muy gratificante, llena de paz y tranquilidad.”
También representó un momento de introspección y conexión espiritual. Destacó el aspecto emocional y de fe que vivió durante el viaje: “Mis expectativas eran vivir un día diferente y dejar que Dios me sorprendiera; y realmente lo hizo. Creo que también sanó algunas cuestiones mías. Fue muy lindo el proceso de compartir con la gente que sintió el llamado para hacer esta peregrinación”.
Un viaje lleno de desafíos y reflexiones


Además, vivió una de las experiencias más significativas cuando, al acampar en la noche, el grupo pudo sentir la llegada de las procesiones de la gente que caminaba hacia Loreto, lo que le dio una profunda sensación de comunidad y fe. “A medida que estábamos allí, acampando en la boca del Llaverito, sentíamos cómo pasaban las procesiones. Ver la gente caminando y en bicicleta, sabiendo que íbamos en la misma dirección espiritual, fue muy conmovedor”.
A lo largo de su participación, Silvia experimentó momentos de reflexión, compañía y superación personal. La peregrinación, que no solo implicó el esfuerzo físico de remar y caminar, sino también una experiencia profunda de fe, le permitió sentirse parte de algo más grande. “Este viaje me dio más tranquilidad y paz; y sentir que pudimos hacer todo esto juntos, como comunidad, fue una bendición”, concluyó.