Este domingo, millones de cristianos en todo el mundo celebran el Domingo de Ramos, una fecha que marca el comienzo de la Semana Santa y recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, aclamado por multitudes con ramas de palma y olivo. La jornada representa uno de los episodios más simbólicos del cristianismo, con un mensaje que une la esperanza, la humildad y el sacrificio.
Durante las ceremonias, los fieles asisten con ramos que son bendecidos en el inicio de la liturgia. En muchas iglesias, se realiza una procesión previa y se entonan cantos como el “Hosanna”, recreando el pasaje bíblico en el que Jesús fue recibido como rey, montado en un burro. Este gesto, según los expertos, simboliza paz y sencillez, en contraste con la imagen de un líder militar.

“El Domingo de Ramos no es solo una celebración festiva, sino también el umbral hacia el misterio más profundo de la fe cristiana: la Pasión y Resurrección de Cristo”, explicó el padre Martín Salinas, teólogo y docente. Añadió que “la liturgia de este día muestra cómo la gloria terrenal puede ser efímera, mientras que el verdadero triunfo se alcanza a través del amor y el sacrificio”.
En la tradición católica latina, tras la bendición de los ramos, se proclama la Pasión de Cristo, con una lectura dramatizada de los últimos momentos de su vida. En otros credos, se enfoca solo en el relato de la entrada a Jerusalén. En ambos casos, la liturgia cambia de tono para invitar a los fieles a una reflexión sincera sobre el sufrimiento y la redención.

Las ramas utilizadas, como la palma y el olivo, tienen significados históricos y espirituales: la primera, victoria y esperanza, y la segunda, paz y reconciliación. Sin embargo, las autoridades eclesiásticas advierten contra su uso como “amuleto” o símbolo mágico. “No tienen poderes, son un recordatorio de fe, no un objeto de superstición”, señaló el padre Salinas.
Además de la misa, en muchas parroquias se realiza el Vía Crucis, un recorrido simbólico por las 14 estaciones del camino de Jesús hacia la cruz. Este acto, especialmente popular en comunidades de América Latina, fortalece el sentido de unidad y devoción.
El Domingo de Ramos también se convierte en una oportunidad para que personas fuera del ámbito religioso reflexionen sobre valores universales como la solidaridad, la fortaleza ante la adversidad y la fe en un futuro mejor.