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La historia del hincha de los Spurs que se llama Ginobili en honor a Manu

Una pareja de ascendencia mexicana sorprendió en 2005, a días de la final NBA en la que Manu brilló, al ponerle el apellido del bahiense como primer nombre. El encuentro que tuvieron los dos Ginóbili

Junio de 2005. San Antonio, USA. Los Spurs juegan las Finales de la NBA contra los Pistons de Detroit y nuestro Manu pelea por el premio al MVP. Nada menos. Parece inverosímil que un argentino compita por ser el mejor de la definición de la liga top del mundo, pero es así.

A la par de su excelso nivel deportivo, crece el del reconocimiento e idolatría hasta niveles impensados. Sobre todo en la ciudad texana, inundada de camisetas #20 y remeras que dicen Obiwan Ginobili haciendo referencia a su fuerza del bien. A tal punto llega el amor que hay una familia de ascendencia mexicana que ha decidido ponerle Ginobili a su hijo recién nacido. No Manu. Ginóbili. Si, cuando la noticia le llega, ni el bahiense lo puede creer. Quien escribe está justamente en San Antonio, para cubrit las Finales, y logra dar con la pareja, que no tiene drama en llegar hasta el hotel para presentar su bebé de días y contar el por qué de la decisión.

“Queríamos seguir con la tradición familiar de tener nombres que comiencen con la G y como nos encanta Manu, no lo dudamos. Ya teníamos a Gabriella, Gabriel y Gregory. Ahora llegó un nuevo varón y le pusimos Ginobili”, cuentan Jorge Ramírez y Renee Lisa San Miguel, los jóvenes padres de Ginobili José Rey San Miguel-Ramírez, tal el nombre completo de este chico nacido el 3 de junio, unos días antes de que comenzara la final que coronaría nuevamente a Manu -segundo anillo- y a los Spurs.

El encuentro de los Ginobili

El tiempo pasó y en diciembre del 2015, los Ginobili se juntaron una noche. Fue en la previa del triunfo ante el Jazz por 118-81. Los padres lo llevaron el estadio para que cumpliera el sueño. Que Ginobili conociera a Manu. Hubo fotos y charla en dos sillas de primera fila. “Esto es lo mejor que me pasó. Mañana se los voy a contar a todos en el cole”, dijo el pequeño. El más grande se animó a hacerle un chiste.

“Estudiá mucho, eh. Mirá que tenés que dejar bien parado el nombre que llevás. Hay que honrarlo”, le devolvió entre sonrisas. El chico de 10 años admitió ser un gran fan de los Spurs, igual que toda la familia. “Lo mejor de haberle puesto ese nombre es que lleva el de una persona ejemplar. Para nosotros, además, es el mejor jugador de la NBA. Y el de mejor nombre…”, contó la madre, sonriendo.

Este niño hoy tiene 17 años y se llama Ginobili por Manu Ginobili.

Las casualidades fueron más, porque el padre del chico, hoy de 17 años, se llama igual que el de Manu, Jorge. Cuando se sumaron, todos parecieron pensar que eran causalidades. Porque se puede tomar como un guiño del destino que el argentino cayera en San Antonio, luego de que RC Buford, scout hoy convertido en CEO de la franquicia, lo descubriera en el Panamericano U21 que se jugara durante 1996 en Puerto Rico, lo siguiera al año siguiente en el Mundial U22 de Australia y después, en 1999, lo eligiera en la segunda ronda del draft de la NBA. Pero no todo lo que vino después. Ginóbili llegó como una estrella europea, pero fue impactante ver cómo se ganó el cariño de los hinchas y ciudadanos de San Antonio. Como había hecho antes en Bologna, Italia.

San Antonio es una ciudad especial porque al estar a 300 kilómetros de la frontera con México, es la que más ciudadanos de extracción latina tiene en Estados Unidos: un 64%. Eso no quiere decir que ese porcentaje sea de nacidos en países latinos -la gran mayoría en México- sino que tienen raíces: hijos o nietos de mexicanos, puntualmente. Siendo este un componente muy especial en la relación entre el argentino y la comunidad.

En un lugar con tanta inmigración, se produce algo especial entre extranjeros. Y en el caso de Manu fue muy fuerte desde que llegó. Porque desde el primer día que lo vieron jugar lo tomaron como un ejemplo a seguir. Un espejo. La prueba de que se puede llegar y ganarse un lugar “the right way” (de la manera correcta), como dicen ellos. “Juega duro cada noche. Es mi favorito”. Lo decía Michael Sánchez, con una gorra de Manu en su cabeza, pero lo repetían miles. Desde el primer día, todos lo sintieron cerca, por la forma de jugar, de ser y, claro, por hablar el mismo idioma.

“Manu no sólo fascina a la gente de su país sino de toda América Latina. Se lo considera una persona trabajadora, humilde, alegre, que se debe a sus fans y siempre ayuda”. Así lo describió Jeanette Rodríguez, directora de distribución de medios extranjeros de la NBA, en aquella época. “Es amado”, agregó, sin dudar, Mike Monroe, periodista del diario San Antonio Express News.

“Cuando uno junta todas las virtudes que tiene, dentro y fuera de la cancha, es normal que se haya transformado en alguien tan popular, incluso por encima de Tim Duncan, el jugador más importante de la historia de la franquicia, y de Tony Parker, el otro extranjero que llegó junto a él y entre los tres formaron uno de los Big 3 más importantes de todos los tiempos. “Seguramente es el más querido de la historia. Manu es carismático, tiene algo distinto”, aseguró nada menos que Gregg Popovich, el entrenador que además se convirtió en amigo de MG.

En el 2013, este diario local hizo una encuesta y el argentino se llevó el primer lugar con holgura: el 59% de los votos, superando al 22% de Duncan y el 15% de David Robinson, ícono deportivo y además en el apartado social con la ayuda comunitaria que realiza. Impresiona que Manu haya sido el jugador más popular de una de las organizaciones deportivas más importante del mundo durante dos décadas, desde 1999 a 2019. Porque además de ganar cuatro anillos, fue un ejemplo en todo sentido.

“Es así. Por sus formas, el carisma y la conexión que tiene con la gente. Tiene una personalidad distinta a la de Tim y Tony. Es más entrador y todos quieren ser como él. Y por el juego, además, obviamente. Hace todo y bien. Y lo que sea por ganar. Tiene el paquete completo para ser el gran ídolo de San Antonio”, completó Fabricio Oberto, quien fue compañero por varios años, en especial en aquel título del 2007, y hoy vive varios meses en San Antonio, donde salen a pedalear juntos en su nueva pasión, la bicicleta.

Un ejemplo

El argentino fue un ejemplo, en el juego y en el comportamiento. Nunca habló de más, pocas veces se lo vio protestar, nunca de forma ampulosa. Sus cero expulsiones y cero faltas técnicas lo dicen todo. Incluso, cuando le pegaban, se levantaba y seguía, sin protestas ni reacciones de ningún tipo. Y, tal vez, lo más importante para el hincha era verlo jugar siempre en equipo, a costa de perder brillo personal. Lo decía y lo hacía, pregonando con el ejemplo. Le pidieron ser sexto hombre, siendo una estrella NBA, y lo aceptó, resignando minutos y estadísticas, que en la NBA, lo sabemos todos, se traducen en mayor reconocimiento popular y mejores contratos. Así quebró patrones y normas establecidas en la NBA.

“Hay que pensar que además estamos hablando de un blanquito, extranjero, de 1m98, que le ganó a los negros atléticos, en su propio juego y en su propio país. Y a eso hay que sumarle que afuera del campo se portó como un señor”, analizó Sean Elliott, otro de los jugadores más queridos de la historia de los Spurs, que fue parte del primer título (99) y luego vivió la etapa de Manu como analista de las transmisiones del equipo.

Ginóbili tuvo el juego de un obrero y, a la vez, de una estrella. Porque se tiraba al piso cuando debía pero, a la vez, era capaz de meter un caño, un pase inverosímil, una tapa épica desde atrás para ganar un juego de playoffs o una bandeja tras contorsiones en el aire. Se trata de un jugador que patentó un movimiento, el Eurostep, nada menos, uno de los más icónicos y más difíciles de detener de la historia. Así, con un juego esforzado y espectacular a la vez, de equipo pero con luces de sobra, hizo subir la venta de merchandising y elevó los ratings de un equipo al que llamaban aburrido, por ser metódico y estructurado. Eso lo logró Manu, junto a Parker. Dos verdaderos talentos impredecibles en la cancha. “Imposible que un equipo sea campeón de la NBA con una mediacancha extranjera”, dijeron cuando Manu llegó a la NBA y se sumó al francés. La historia se encargó de juzgar ese comentario.

El magnetismo de su personalidad

En resumen, la popularidad de Manu fue una combinación de su competitividad, juego atractivo, coraje, el magnetismo de su personalidad y la forma en que ha interactuado con los fans. Porque Manu era capaz de estar 20 minutos firmando autógrafos en la previa de un partido, accediendo a cada foto o requisitoria. Lo hacía regularmente, como nadie en el equipo. Por todo esto, San Antonio lo adoptó como su hijo pródigo.

Hablamos de una ciudad con mucha historia detrás. Nada la representa más que El Alamo, la fortaleza -hoy museo- donde no más que 250 estadounidenses soportaron los embates del ejército mexicano durante 13 días, antes de caer derrotados y convertirse en mártires, en un ejemplo de resistencia que motivaría para seguir la lucha. Justamente, allí viven muchos mexicanos, casi como extranjeros, extrañamente, en un territorio que perteneció a su país pero perdieron a manos del imperialismo estadounidense.

Cada día, el mexicano o, mejor dicho, el descendiente de ese pueblo se levanta para hacer su mayor esfuerzo y cumplir lo que él o sus ancestros fueron a buscar, el sueño americano. Y, por años, Manu representó su motivación. El “se puede” al ser visto como un latino más, como uno de ellos. “Mexicano o argentino es lo mismo”, aseguró Tomás Salinas, un fana en las afueras del estadio, allá por 2007. “Que San Antonio tenga tanta descendencia latina ha sido clave para que Manu haya sido tomado como un hijo pródigo. Se le admira su bondad, humildad y carácter. Y por cómo llegó a este sitio privilegiado, haciendo cada pequeña cosa para ganar. Los valores que tienen como prioridad, la familia, la comunidad, la honestidad, la integridad y el juego limpio, lo hacen un ejemplo”, opinó el periodista Mike Monroe, intentando explicar la Manumanía.

Ginóbili hizo todo esto sin esfuerzo. Y por eso recibió a cambio tanto amor. Con algunas muestras que lo superaron, como cuando supo que a un hijo le habían puesto su apellido. Pero de nombre. “Fue una barbaridad. Le hubiesen puesto Manu o Emanuel, como mucho Gino”, comentó entre risas, cayendo por el fanatismo total que vivió en SA. “Recuerdo gente que se tatuó y otras locuras que vi, pero el de mi apellido como nombre fue lo máximo”, finalizó. Y sí, Manu, parece la mayor locura, pero lo hecho en San Antonio, durante tantos años, la justifica largamente.

Fuente: Infobae

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