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Un día en una comunidad menonita

Paraguay es uno de los países elegidos por los menonitas para comenzar una nueva vida. Los cazadores de historias Diego Gasc y Octavio Rodz fueron a conocerlos. ¿Quiénes son? ¿Cómo viven? ¿Qué los distingue? Un viaje de aprendizaje y una oportunidad para derribar mitos. 

*Por Diego Gasc

La expectativa era alta, aunque pensábamos que ingresar a la comunidad sería más difícil y hostil de lo que en realidad fue. Es que los preconceptos sobre los menonitas son varios y están profusamente difundidos: que son una secta religiosa cerrada, que no son amables, que es difícil entablar una conversación con ellos, que no son receptivos. Para nuestra sorpresa, todo fue distinto. La amabilidad y cordialidad fue el factor común entre las personas que conocimos: Franz, Guillermo, Eva e Isaac. Cada uno con sus historias, cada uno con un nivel de español distinto, algunos con más soltura, pero en definitiva, todos con ánimos de contarnos sobre su vida. 

El sábado santo fuimos hasta la Colonia Reinfeld, a pocos kilómetros de San Ignacio Guazú, municipio que queda en el departamento de Misiones, Paraguay. Este país concentra una de las comunidades menonitas más grandes a nivel mundial. Por diversos motivos, en especial la huida tras persecuciones de diversos grupos y el anhelo de encontrar tierras más fértiles para desarrollar su principal actividad, la agricultura familiar, decidieron migrar hacia territorio guaraní

Hay grupos menonitas en varias zonas del país vecino. Especialmente en la región del Gran Chaco. La comunidad que conocimos, donde viven unas 80 familias, provino de la localidad paraguaya de Campo Nueve, cuyos antepasados a su vez vinieron de Canadá, en una ola migratoria que comenzó siglos antes con la huida de los territorios de la actual Alemania. De ahí que su idioma sea el “alemán bajo” que aún mantienen. 

Buscando a Franz

Al primero que visitamos fue a Isaac Bühler. Tiene ocho hijos y todos trabajan la tierra junto a su padre. Su esposa se encarga de la elaboración del queso (que venden en San Ignacio) y las comidas. Los niños van diariamente al colegio, hasta que cumplan 14 años, cuando pasarán a dedicarse exclusivamente a la chacra. Son contados los casos de miembros de la comunidad que salen de la misma en busca de otras oportunidades.

Isaac, al igual que todos los demás, no tiene energía eléctrica en su vivienda. Y eso que el tendido eléctrico pasa ¡frente a su casa! Sin embargo, es una decisión compartida con sus compueblanos. No tienen luz, no hay servicio de telefonía, no utilizan las nuevas tecnologías (esas que llamamos TICs). No tienen tele, no hay Instagram ni videojuegos, no escuchan radio, ¡ni música! No utilizan instrumentos musicales, algunos ni siquiera se guían por el reloj. 

Una de las hijas de Isaac trabajando como ayuda a su padre. 

La iglesia y el cementerio menonita

Con un español un tanto improvisado, Isaac nos ayudó a ubicar la casa de Franz Bühler -con quien debíamos encontrarnos- pero en medio del camino nos topamos con dos edificaciones y el cementerio. Había una estructura simple, con un techo de chapas a dos aguas, revoque y pintura marrón. Era la Iglesia, que lejos de presentar detalles constructivos particulares o imágenes sacras, constituía un fiel reflejo de los ideales del grupo: el sentido de protesta contra la Iglesia como Estado y todo lo que ello significa. Al lado estaba el colegio, otro edificio austero, rodeado de árboles plantados de forma equidistante. Además había dos baños, sobre una de las medianeras del terreno. 

En el cementerio había pocas tumbas, con lápidas blancas de concreto ubicadas a una distancia centimétrica entre cada una. Tres hileras, tres generaciones bien definidas se evidenciaban: una primera con personas de avanzada edad nacidas incluso antes de 1900, algunas fallecidas en los albores de la Colonia Reinfeld (década de 1960). En medio, una decena de tumbas que nos llamó la atención: eran recuerdos de bebés que vivieron pocos días, incluso pocas horas. Una tercera hilera recordaba a adultos, algunos jóvenes, fallecidos en los últimos años.

Seguimos el camino, siempre en nuestro vehículo. Las distancias son largas entre viviendas. La tierra colorada constituye un terreno fértil sobre el que se ven algunos cultivos como soja, maíz, mandioca, hojas verdes, además del ganado y algunos árboles que completan el paisaje campestre. 

Antes de llegar a lo de Franz, tuvimos un pequeño diálogo con Jones, o Juan, un vecino que recientemente se mudó a la colonia proveniente de Bolivia. Juan habla perfecto español, mucho mejor que los demás menonitas que conocimos. Esto se debe a que en Paraguay existe una doble barrera para este grupo: hablar (y entender) tanto el español como el guaraní, ampliamente utilizado en el país. 

Los Bühler

Al fin en lo de Franz, conocimos primero a su hijo Guillermo, que amablemente nos mostró los vehículos que ellos mismos construyeron para llevar sus productos a la ciudad. El conocimiento sobre mecánica y las habilidades de trabajo se transmiten de generación en generación. 

Guillermo Bühler vive con su familia en una vivienda a metros de la de sus padres. Crían ganado, tienen vacas lecheras (la leche es uno de los productos que más comercializan) y unas cien gallinas que ponen huevos que también venden. Hacen quesos y tienen huerta. Todo lo que sale de sus chacras lo llevan a sus mesas y prácticamente no consumen alimentos envasados. En ocasiones especiales (cumpleaños, festividades) invitan a los parientes más cercanos (sus padres o hermanos) a comer, pero en general pasan sus días “muy tranquilos” en su núcleo familiar, como refirió nuestro entrevistado. 

“Me levanto temprano, tomo mate y ahí me pongo a trabajar”, contó Guillermo. La tranquilidad que menciona es total: no escuchan música, no tienen televisores ni radio, no practican instrumentos musicales y cantan solo en la iglesia. No se enteran de las noticias, salvo que los trascienda, como en el caso del Covid-19. Tampoco votan a autoridades departamentales o nacionales, aunque sean ciudadanos que pagan cada uno de sus impuestos.

Guillermo Bühler tiene 33 años. Construyó sus propios vehículos y galpones para trabajar en la chacra junto a su familia. 

Elecciones en la colonia menonita

En el momento en que sí votan (solo los hombres, padres de familia, colocan los nombres de los aspirantes en un papel) es a fin de año, cuando se define quien será el administrador anual de la colonia. Franz Bühler actualmente ocupa ese cargo y supo explicarnos cómo lleva adelante su trabajo. Principalmente, se encarga de que todos tengan sus impuestos en regla, lo que garantiza que puedan comercializar sus productos, en especial los de exportación como la soja. 

Mientras Franz trabaja en las plantaciones, su esposa Eva -que habla muy poco español pero es súper extrovertida- se encarga de las tareas diarias de la vivienda, el cuidado de las plantas y la huerta. Un desafío actual es que más mujeres aprendan el español y se especialicen en atención de salud. 

Los Bühler nos recibieron con total amabilidad y paciencia, nos mostraron parte de sus vidas y aceptaron ser filmados sin inconvenientes. ¡Hasta fotos nos sacamos! Después de todo, el choque cultural nos sirvió para erradicar ciertos preconceptos y entender a una comunidad que, con una base de trabajo en agricultura y ganadería, mantiene usos y costumbres centenarias de una sociedad que de alguna manera resiste al paso del tiempo y los embates de la globalización. 

La familia Bühler nos recibió con total calidez. A la izquierda de la foto, Guillermo. A la derecha Franz y Eva.

*Conductor de Canal 12 y cazador de historias

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