Falta cada vez menos para que concluya lo más esperado de cada cuatro años. El Mundial inició su despedida y nosotros lo hicimos desde el desierto.
*Por Emiliano Andreoli
Hace unos días en estas líneas se viene contando que el Mundial perdió lo multitudinario. Claro que este viernes nos encontraremos con 80 mil personas en Lusail para el partido entre argentinos y neerlandeses, pero en el mientras tanto, Doha empezó a descansar.
Surgen preguntas por todos lados en nuestra estadía en Qatar. Por ejemplo… ¿Qué pasará con las tremendas autopistas que hay? ¿Quién ocupará los seis carriles de ida y los otros seis de vuelta? ¿Quién ocupará las habitaciones de hoteles que se han creado para esta cita?
Hoy surgieron nuevas, porque llegamos hasta SeaLine, una playa mezclada con el desierto en las afueras de Doha. Las afueras a 50 kilómetros, siendo lo más lejos que llegamos desde que pisamos estas arenas. Nos preguntamos ¿qué harán con estos camellos cuando el grueso del turismo se vaya? ¿Quién ocupará estas miles de camionetas 4×4 que se adentran al desierto para sacudir a los visitantes? Todo parece armado para este mes del Mundial, pero todo quedará semi vacío cuando esto concluya.
Nuestro paseo
No imaginábamos subirnos a un camello, pero lo hicimos. Tampoco sabíamos que las ruedas de las camionetas se desinflan antes de ingresar a la arena, así ganan en superficie de contacto y no pierden tracción. Por poco menos de 100 dólares, el paseo se hace desde nuestro alojamiento hasta SeaLine, una playa ubicada a una hora de viaje. Nos buscan, nos traen. Es completo y conlleva a varios descubrimientos.
A saber: un litro de gasoil está 40 pesos argentinos, un valor casi simbólico. Claro, al costado de la ruta donde estuvimos están las refinerías qataríes, que queman los residuos y sus columnas de humo pueden verse a kilómetros de distancia. A poco de llegar, olor a gas.
También cuentan con gas líquido y su tratamiento, evidentemente, emana un fuerte olor a toda la zona. No nos acercamos mucho, pero a unos dos kilómetros el olor se sentía en serio.
El chofer que nos llevó nos dijo varias veces su nombre. Entre Samar, Siomar, Sumar, otro entendió Yashjmar. Por ahí anda el nombre de pila del qatarí que condujo bastante bien, pero con varios sacudones en las dunas que lo sorprendían. La tarde cayó mientras estábamos en el desierto, pero las nubes nos privaron de ver el sol desaparecer detrás de la arena. No importó mucho, porque la sola imagen del desierto lleno las expectativas previas. De un lado el horizonte se pierde en el color arena, del otro en el azul fuerte del mar arábigo.
A nuestro frente, una imagen hermosa: el mar y la arena se fusionan, olas no hay así que se hace una conexión casi imperceptible. Hoy conocimos otra parte de Qatar, la que también vale la pena recorrer. Volver no creo que volvamos a estas arenas, por lo que un paseo en camello fue impostergable, como tantas cosas impostergables que hemos hecho en los casi 20 días que llevamos aquí.
De fútbol y otros enojos
Mientras dábamos vueltas en la arena, en el Centro de Medios de FIFA pasaban cosas que pueden ser graves. Scaloni trenzado con los periodistas, enojado por las informaciones que se filtran o se inventan. Como sea, el técnico argentino dio un paso en falso en un momento inoportuno.
El Mundial está hecho de detalles y hoy se dejaron pasar varios. El periodismo hará siempre preguntas, siempre investigará, siempre querrá la primicia y muchas veces eso molestará al protagonista de turno.
Scaloni, al contestar de la forma en la que contestó, cayó en una trampa que nadie armó.
Si De Paul está lesionado o no será cuestión de horas para saberlo. Mientras tanto está demás el enojo y la contestación indagatoria. Mientras tanto las energías deberían estar puestas en otras cuestiones, pero al DT de la Selección, porque acá también hablamos de fútbol, se le escapó la tortuga.
*Enviado especial de canal12misiones.com
